Su casita histórica es su pieza más destacable, junto con su linda Casa de Gobierno, la Catedral y con algunos museos interesantes hacen una ciudad con su encanto. Casi tan vertiginosa en movimiento como Buenos Aires, respirando ese inconfundible olor a asfalto y urgencia de toda gran urbe y con el cielo cubierto de densas nubes hicieron que saliera en búsqueda de nuevas aventuras.
"¿Dijiste aventura?" me preguntaron en la casa de turismo, y acto seguido me subí en ruta al Cerro San Javier. "A 1200 msnm en una de esas veo algo de cielo celeste" dije en mi ingenuidad. Efectivamente el colectivo comenzó a escalar y a atravesar las nubes, pero en la mitad de su escalada el chofer exclamó "llegamos". "Llegamos... a la mitad de la nube" tenía ganas de decirle, pero enseguida entendí el gesto que era parte de una aventura.
Tras una larga caminata entre neblina, comprendí que había sido cruelmente engañado: en tierra de archienemigos, intentaron hacerme caer en su trampa. Justo a tiempo me di cuenta para lograr superar la emboscada. Y cual barco pirata, en el sendero encontré su insignia que todo confirmaba.
Limpio el camino, San Miguel respira. Otro importante paso del tour de los superquemados.